25 febrero, 2010

LATINOAMÉRICA: FORJANDO UNA IDENTIDAD


*Discurso pronunciado en el marco de la Identidad Latinoamericana y Caribeña por Rodrigo E. Ordóñez Sosa.


Buenos días a todos los que nos acompañan en la celebración del Día de la Identidad Latinoamericana y Caribeña.

Hace un tiempo, mientras leía una biografía de Fray Servando Teresa de Mier y Noriega, el autor desde sus páginas me formulo la siguiente pregunta: “¿hasta cuándo seremos considerados como seres paradisíacos y lujuriosos, criaturas de sol y agua?...¿hasta cuándo vamos a ser considerados seres mágicos guiados por la pasión y el instinto?”, ese cuestionamiento a más de ocho años de distancia continúa oscilando en mis pensamientos, sobre todo hoy en día, en que la globalización nos lleva de la mano, a los estereotipos culturales, simplificaciones de modelos étnicos y construyen personajes sin identidad desde la industria del entretenimiento y la literatura comercial. Es una duda razonable, porque los modelos culturales son el telón de fondo para representar caricaturas de los latinoamericanos y borra de un plumazo cualquier rasgo de dignidad e identificación entre nosotros.

José Martí con su ensayo “Nuestra América”, Andrés Bello con su poema “La Agricultura de la Zona Torrida”, el poeta yucateco Carlos Moreno Medina en su trabajo titulado “América”, nos exhortan a mirar nuestro continente a través de su grandeza natural, de sus jóvenes naciones, a mirarnos y reconocernos en nuestras creaciones culturales, a alejarnos de las imitaciones de los modelos occidentales y encontrar nuestro lenguaje, con sus formas y giros, para cimentar las raíces de nuestra identidad como latinoamericanos.

Históricamente mantenemos una batalla a muerte con nuestro pasado, centrados muchas veces en el hubiera, en qué hubiera sucedido si la conquista no se consumaba, emborronamos cuartillas plasmando una América diferente, cuando deberíamos usar esa energía en recobrar nuestro pasado prehispánico como cimiento para forjar un proyecto a futuro, partir de ese hecho concreto para reconstruir la esperanza de la identidad continental.

Ese proyecto a futuro debe trascender las fronteras políticas, porque son sólo eso, líneas impresas en los mapas para delimitar fríamente un continente. Porque si América cae herida, por la daga de la indiferencia y los localismos fundados en las contradicciones, es nuestro deber ir a buscarla, con el fusil de la razón en el hombro, para reconstruirla, cimentarla en la hermandad de sus pueblos, y entregarle lo mejor que podemos ofrecerles: la voluntad de cambiar el mundo.

Eso es lo más importante, pareciera que pese a su juventud, América está cansada, golpeada por guerras externas e internas, los desastres naturales, nuestras tambaleantes economías, la desesperación y la angustia, pareciera que hemos olvidado nuestro compromiso como seres humanos: entregarle a nuestros hijos un futuro, donde la ética y la congruencia entre la acción y el pensamiento sean los ejes rectores de su vida, donde la solidaridad con el sufrimiento de nuestros hermanos latinoamericanos esté presente en todo momento.

Haití es un ejemplo de los problemas que nos faltan por solucionar como latinoamericanos, debemos exigir que los abismos económicos que separan a una nación de otra sean abolidos, pugnar por una mejor política económica internacional, para que todos los países se desarrollen con igualdad de oportunidades, porque como lo expresó José Martí: “estos tiempos no son para acostarnos con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la almohada…las armas del juicio que vencen a las otras”. Es tiempo de reconocernos en nuestras similitudes y diferencias, es tiempo de que seamos una Latinoamérica unida para afrontar hombro con hombro lo que el destino quiera arrojarnos.

Gracias

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