20 julio, 2010

EL TERCER REINO: LA VIOLENCIA

La lluvia persistente del domingo me recuerda mi temor de ahogarme, en un diluvio como lo describió Cintio Vitier, expulsado de mi paraíso artificial por fragmentos de hueso y chatarra. Siempre me atemorizó esa idea, por ello, me entretenía dibujando figuras indescriptibles, imprecisas, caóticas sobre la humedad de la ventana, pequeños conjuros para mantenerme a flote, sí, mi terror se transforma en tormenta.


En esas condiciones descubrí El Tercer Reich de Roberto Bolaño. Lo compré hace dos semanas y pospuse su lectura por diversos motivos, sin embargo, ante el panorama desolador que pintaba la lluvia, preferí iniciarlo, para sacudirme un poco esa tristeza instalada en mi casa.

Dos horas después y una lluvia menos, estaba inmerso en la complejidad de Udo Berger, un muchacho de 25 años de edad proveniente de Alemania, quien decide vacacionar en un poblado de España, aunque sin abandonar su deporte favorito: los juegos de guerra. Ahí en Costa Brava veraneaba con su familia y regresó con su novia Ingeborg, para fortalecer su relación. Durante un recorrido conocen a dos alemanes, Charly y Hanna, que los conducen al lado oscuro del poblado, representado por el Lobo y el Cordero, siniestros trabajadores de verano. También, están Frau Else, la encargada del hotel, el Quemado que insinúan es extranjero y cuyo cuerpo está desfigurado supuestamente por torturas que le infligieron los nazis.

La novela es un regreso al origen representado por un puerto vacacional de la infancia, compuesto por la seguridad que nos daban nuestros padres, los amores juveniles representados por Frau Else y los amigos que prometieron mandarnos cartas. Pese al deseo de Udo de encontrarse con la felicidad, irá descorriendo la fantasía hasta encontrarse con una realidad más oscura y amenazante. Donde su afición por los juegos de guerra desencadenará las claves de su destino.

Lentamente, Bolaño nos introduce al mundo del protagonista a través de la estructura de la novela, la cual es un diario de campaña que nos permitirá conocer el desencanto ante el derrumbe de la infancia, donde las alegres lloviznas ahora son tormentas que muestran la verdadera cara del poblado: fetidez emanando de las alcantarillas, cuerpos atestados en los bares, trabajadores malhumorados y los personajes que romperán con todo: el Lobo y el Cordero.

Ambos son alegorías de la ingenuidad y el salvajismo que imperan en el ser humano, su sola mención hace que el ambiente sea enrarecido con sus dobles insinuaciones y las aventuras desafortunadas que viven con ellos, donde la tragedia y los secretos irán develándose lentamente.

Como siempre, la lluvia será la constante en sus relaciones con los habitantes del poblado. Las primeras gotas los obligan a refugiarse en los bares alejados de la zona turística, conociendo el lado oscuro de la industria hotelera, e intrigados por la vida detrás de las recepciones y las barras de cantina, se hundirán hasta romper sus lazos de amistad.

Obsesionado con los juegos de guerra, Udo se distanciará de su novia al quedarse encerrado en el cuarto de hotel pensando en nuevas estrategias y escribiendo un artículo para las revistas especializadas. En esta situación conocerá al Quemado, un trabajador a quien introducirá a su mundo de juegos, con un final inesperado.

La novela permite al lector adentrarse en la nueva percepción de la vida que adquiere Udo, quien será convertido de un ser racional campeón de los juegos de guerra a un personaje desprovisto de certezas, paranoico, lleno de dudas y temores, con enemigos imaginarios ocultos en la forma de empleados de hotel, guardias de seguridad y socorristas de la Cruz Roja.

Al llegar al final de la lectura, contemplo el jardín de mi casa, donde mi hijo comienza a jugar con las primeras gotas de la segunda lluvia vespertina del domingo, con nostalgia pienso en el paso del tiempo. Leo el periódico con desgano, porque sé que muy pronto el agua podría convertirse en plomo, en una ráfaga de balas cruzando la calle hasta golpear los cristales, destrozando mis conjuros; me entristezco nuevamente, porque al igual que Udo, siento que el peligro acecha sin materializarse, por la violencia que recorre mi país, tal vez llegue mañana para convertirnos en un número más, fríos e insensibles abrazados bajo el aguacero de verano.

Publicado en el Periódico Por Esto! y Revolución con Letras

13 julio, 2010

Juan Hernández Luna: un cadáver en la ciudad

A los 47 años falleció Juan Hernández Luna, el pasado viernes, a las 15 horas, debido a un fallo renal. En sus obras reformuló los paradigmas del género negro, dejando que el misticismo y lo sobrenatural invadan las ciudades creadas a partir de la Nota Roja. Sus obras representativas son: “Tabaco para el puma”, “Cadáver de ciudad”. “Me gustas por Guarra”, “Tijuana Dream”, entre otras.

Precisamente, Cadáver de ciudad fue la novela que me acercó a su obra, en ella comprendí la Literatura Gore y las implicaciones de la violencia como metáfora de nuestra fragilidad. Hernández Luna obtuvo con Tabaco para el Puma, el premio internacional Dashiell Hammett, en 1997, como texto policiaco, mientras que Cadáver de ciudad es su continuación, en la que nos presenta una ciudad de estructuras golpeadas, de relaciones humanas vacías, satisfacción sexual a cualquier costo, representación de la destrucción física y simbólica del sujeto.

Cadáver de ciudad tiene como personaje principal a Skalybur, el Inmortal, quien en la primera novela desapareció al líder de una banda delictiva en plena catedral poblana, a través de un inverosímil truco de magia. Al concluir su sorpresivo acto, huyó hacia una playa olvidada en Baja California para autoexiliarse. Sin embargo, recibe un cheque en blanco a cambio de aclarar la castración de un millonario pervertido. Para develar el misterio, deberá sumergirse al mundo de la pornografía “dura” y la prostitución, manejado por sectas secretas.

La estructura del texto está articulada en 8 historias alternadas en cada capítulo, las cuales se irán entretejiendo. Así, expone la idea de ciudad muerta a través de la bestialidad de los protagonistas, en la descripción de la violencia contra las mujeres, la zoofilia, necrofilia, masturbaciones a la menor provocación, pedofilia, canibalismo, degradación y necrofília. Con una velocidad trepidante para impedir la sensación de asco u horror, las escenas cambian, los narradores de las ocho historias van mezclándose y los grados de violencia varían. Es por ello que en un cuadro vemos un asesino, mientras que la historia siguiente el protagonista tiene relaciones sexuales con un ganso decapitado.

El hilo argumental es sencillo y transcurre en forma lineal para exponer sin ornamentos la fragilidad del ser humano. No hay espacio para sacralizar la muerte a través del funeral, porque todos los cadáveres son disueltos, arrojados, mutilados o enterrados como fardos sin sentimentalismo ni lágrimas. El cuerpo literario sangra y convulsiona para entendamos que la mortalidad es inevitable. No importa descubrir quiénes están detrás de los crímenes, porque el texto sugiere que los espacios vacíos del poder en las sectas son ocupados inmediatamente; por cada psicópata muerto, surge otro. Entonces comprendemos que presas y cazadores tienen el tiempo contado, y son reemplazados sin que nadie los recuerde.

Después de todo, la estética propuesta por la Literatura Gore es que el ser humano carece del sentido de la supervivencia. Las novelas tienden a crear una atmósfera que sofoca al lector con narraciones detalladas e imágenes violentas, para recordarnos que la inmortalidad está basada en la ilusión de olvidar que la muerte acecha detrás de cada segundo.

El horror de la muerte en soledad nace desde la primera línea, cuando el primer narrador es abandonado por su esposa. Lentamente extermina todos sus recuerdos de su vida pasada al acabar con cada uno de los peces que su mujer le dejó como herencia, así los recuerdos se desvanecen. Sentimos no sólo el abandono de los personajes, sino la imposibilidad de restaurar la armonía del mundo.

Hernández Luna promovió el proyecto Literatura Siempre Alerta, taller puesto en marcha en 2005 con el objetivo de fomentar el gusto por la lectura entre los policías, rescatistas y bomberos. En el programa estuvieron involucrados los escritores Paco Ignacio Taibo II, Carlos Montemayor, Eduardo Monteverde, Alí Chumacero, Juan Villoro, y muchos otros. Siempre con la idea de acercarlos a la Literatura, tradujeron varios textos a claves policiacas, como el Quijote de la Mancha y Cien Años de Soledad.

El programa perteneciente a la Academia Mexicana de la Lengua, del Centro de Investigaciones y Docencia Económica, tuvo entre sus logros más destacados la consideración de incluirlo en la iniciativa Mérida como un método de capacitación policiaca. Una propuesta que truncó su repentina muerte.

Adiós querido Hernández Luna, al final siempre supimos que seríamos cadáveres en una ciudad plomeada hasta sus cimientos, con la esperanza que nuestro deceso reciba el encabezado principal de la Nota Roja, en vez de perdernos en uno de sus bordes.
 
Publicado en Periódico Por Esto! y Revolución con Letras 13 de julio de 2010

06 julio, 2010

Moby Dick: el drama ecológico

La multiplicidad de interpretaciones que genera una obra literaria al entrar al universo de los lectores, nos permite conocer su capacidad para abrir sus significados. Cuando leemos un libro nos apropiamos de cada palabra, y las explicaciones que brinde el autor son una guía, pero evidentemente la lectura final dependerá de nosotros.

 
Un ejemplo de lo anterior es Moby Dick, de Herman Melville, publicada el 14 de noviembre de 1851. Su aparición no representó un éxito literario, sino que muchos años después sería reconocida por su entramado simbólico, aunado a los conocimientos enciclopédicos y detalles que conservó en sus páginas sobre las técnicas de caza de ballenas, puntos de vista de la biología, religión y ciencia del siglo XIX.


El arco argumental podemos sintetizarlo como la persecución del capitán Ahab contra la ballena blanca que da nombre al libro. Hechos que son narrados por el protagonista Ismael, ofreciéndonos un retrato de las obsesiones que los impulsan. Junto con su amigo Queequeg vivirá en el barco Pequod para ganarse la vida como ballenero, travesía que acabará con el hundimiento del navío al enfrentarse la humanidad y la naturaleza.


Uno de los motores que impulsará al capitán a recorrer el mundo será la perseverancia, virtud que sostiene su mundo de obsesiones y la complejidad de su espíritu. Entre los elementos que rodearán y darán forma a la personalidad de los tripulantes estarán: la obsesión, la venganza, la religión, el idealismo y la entrega. Circunstancias que son puestas al límite en la inmensidad del mar y la obligada convivencia entre marineros conformados por voluntarios de diferentes naciones.


La metáfora destacada por los analistas del texto es el Barco como representación del mundo. Cómo se organizan y discuten diferentes puntos de vista dependiendo del origen de cada tripulante, los cuales son olvidados para alcanzar un beneficio común: la caza de ballenas como remuneración económica.



Umberto Eco postula que la obra literaria es un mecanismo perezoso donde el significado de las palabras e interpretación final están marcadas por los conocimientos que tenga el lector, su capacidad para asociarlo con otros contextos, las ideas vigentes de la época, los hechos recientes o la historia.


Así, actualmente leemos la novela y asociamos sus significados con las referencias que se han hecho en varios géneros literarios o televisivos hasta de los negocios. Esa resignificación de las palabras está latente en nuestra imaginación sin que lo advirtamos. Como es el caso de la cafetería Starbuck, cuyo nombre lo toman del primer oficial de la embarcación o en algunos diálogos televisivos que retoman la primera oración del libro para parodiar la obra.

Utilizar la perseverancia del capitán Ahab sirvió en la década de los 90s para retratar psicológicamente al agente Fox Mulder de la serie X-files. Las referencias a la novela son muchas: estrenada en noviembre, el nombre de la mascota de Dana Scully es Queequeg, el apelativo cariñoso que usaba su padre en ella era Starbuck, entre otras.

 
Ahora, su interpretación es dirigida al discurso ecologista y sus descripciones de la caza de ballenas como una crónica de la crueldad. Los protagonistas experimentan un cambio de valores porque pese a arrancarle una pierna al capitán y destrozar embarcaciones balleneras, será la alegoría de una especie resistiéndose a la extinción. Mientras, Ahab será el símbolo de una industria desprovista de valores e interesada únicamente en el beneficio económico, sin considerar el medio ambiente.


Así, la novela presenta posturas encontradas en todos los ámbitos sociales. Con un clásico como Moby Dick, redescubrimos el potencial que aún tienen esas novelas para ofrecernos una certera lectura del mundo y de nuestro presente, que desearían muchas obras escritas en la última década.

Publicado en Periódico Por Esto! y en la revista Revolución con Letras

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