28 septiembre, 2011

Persistencia en el tiempo: Memorial poético

Por: Carlos Peniche Ponce


Vengo hoy a apoyarme en la nota/prólogo del prestigiado poeta y prosista yucateco Raúl Renán -por cierto, fraterno tutelar mío desde la niñez-, y a tener el honor de decir dos palabras apenas, con tal de proclamar emocionadamente el ímpetu de la poesía y la verdadera presencia de un poeta. Me refiero, desde luego, al libro de Rodrigo Ordóñez Sosa que el día de hoy nos convoca.
(Entre paréntesis, es bueno antes recordar que, en el mismo año aciago de 1974, el escritor y poeta chiapaneco Óscar Palacios -Premio Chiapas- tuvo el primer acercamiento poético al terrible asunto que magistralmente aborda hoy el poeta Ordóñez; sin olvidar, tampoco, la conocida novela Charras del afamado narrador yucateco Hernán Lara Zavala).
Este libro/poema, sabiamente denominado Persistencia en el tiempo, consiste en un tenso e intenso poema narrativo, evocador del bárbaro suceso que puso fin a la vida del líder universitario y abogado sindical Efraín Calderón Lara, el cual tuvo lugar en la Mérida de hace casi cuarenta años.
El hilo narrador del valioso texto marca, a través de sucesivas palpitaciones profundas del autor, la secuencia humana y espiritual, poéticamente apabullante, de aquellos infames acontecimientos. En un texto soberanamente elegíaco, el poeta proyecta a un punto la épica y la lírica, fundidas aquí ya para siempre.
El poema, prolijo y desenvuelto, se eleva gradualmente para arder como antorcha en cuatro cantos decisivos: El tiempo, la rebelión. Cárceles presentidas. El polvo, la espada. Y Efraín, el sueño. De este modo, los lectores avanzamos conceptualmente y melódicamente a la vez, gracias a la manifestación dolida e indignada del espíritu del poeta -expresada en sus diversas voces-, y en virtud de las imágenes poderosas e iluminadoras que consigue, así como por el ritmo y la sonoridad que exhibe su lenguaje. Escuchemos algunos muy encomiables versos de esta voz poética:
Son las ciudades del silencio que se disipan… Tus huesos son la primera piedra… ¿De dónde surge el muñón del odio que forja ciudades?... Correteo en una ciudad con filo de navaja... El poeta permanece en su esquina, quiere contar la métrica de una puñalada… Sólo nos queda el monte alejándose de la humareda… Llegamos a la cárcel/ con el verso en ristre… Cómo hablar del hombre, cuando venden sus brazos por un cigarro… alguien escribió que el poeta saluda/ al sufrimiento amado… un escupitajo para quitar el tiempo…
A veces, también, adopta la concepción de una Prosapoema. Por ejemplo, además de en otras páginas, en la número 22:
El carro se retuerce,/ bufa/ intenta tirar del volante,/ lo sujeto con ambas manos// el tiempo, arrojado desde la ladera,/ rueda hasta despeñarnos,/ empuja,/ golpea,/ sangro,/ somos cristal esparcido en la carretera.
¿Cómo, por qué golpeó el alma y la sensibilidad de Rodrigo Ordóñez este crimen desalmado, esta ejecución impía, sanguinaria? Por su condición ciudadana, pero, ante todo, debido a su condición inevitable de poeta. Por lo que significa la injusticia infamante que cae abrupta, siempre, contra las luchas sociales. Pero además, por la víctima individualizada, el mártir; por el imperdonable sacrificio del joven, valeroso y temerario dirigente, ejecución abyecta que horadó de dolor al poeta de hoy y que entonces aún no nacía… Aquí es donde prendió fuego el acontecimiento implacable sobre el trémulo corazón del niño/adolescente/joven Rodrigo, quien lo tuvo que transformar en poema, en poesía: sollozo ronco de duelo, de coraje, de ternura ante el luchador masacrado…
En este momento quiero opinar que la vanguardia a la que alude el maestro Raúl Renán -además del intercalado de los recortes de prensa, declaraciones y fotografías- no se refiere, en general, al más puro sentido del término; sino, particularmente, a una vanguardia revolucionaria debido al tema tratado, cantado y contado, ya que la metálica, templada poesía de nuestro autor recuerda los pasos del inmenso poeta salvadoreño Roque Dalton (asesinado, por cierto, a manos de sus compañeros revolucionarios), del notable nicaragüense Joaquín Pasos y de los integrantes del grupo mexicano “La espiga amotinada”, así como los ecos históricos del México de José Revueltas, el indeclinable novelista, y de los guerrilleros ajusticiados Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas.
¿Escuchas quebrarse mis dedos, Efraín ,/ mientras escribo tu nombre?... Para que la rabia muerda la lengua/ de los hombres…
Este libro es clara, rotunda poesía que transporta hacia viejos resquicios poéticos y de canto de otros tiempos, de luchas obreras y estudiantiles, y de gobiernos prepotentes. Y este linaje no tiene nada de malo, sino todo lo contrario.
Y me parece que podría, incluso, decirse que es poesía a destiempo. Pero este destiempo no significa que sea olvido, al contrario. La poesía (y los poetas, como Rodrigo) no olvidan; sacan a relucir historias que se quieren silenciar y olvidar, volverlas amnesia o sueño difuso, bruma.
Sin embargo, aquí está, estará siempre entre nosotros, la palabra poética para recrear la historia de nuevo. Se puede –se debe—impartir justicia con un poema. Y para eso sirve la literatura.

Publicado en el periódico Por Esto! el 27 de septiembre de 2011

04 agosto, 2011

El sitio sobre la incertidumbre

La neblina nocturna desciende espesa sobre la ciudad. Irreal, dibuja los límites nuevos del asfalto, sacia su hambre en los edificios, deja los esqueletos oxidados de las lámparas luchando contra su oscuridad. La única luz posible emana del libro “Y el estado de sitio”, de la escritora Ileana Garma. Sobre la mesa, insinúa sus muros asediados con la esperanza que el lector sea el salvoconducto idóneo para liberar sus fronteras.
El Estado de Sitio es un control político y militar impuesto en una entidad federativa cuando las condiciones existentes en la sociedad son similares a la guerra. Entonces, las fuerzas armadas son dotadas de facultades extraordinarias para restablecer el orden, con el objetivo de evitar que la población se desborde ante la ausencia de los poderes constitucionales. Con esa idea entré al universo de Ileana Garma, me sumergí en la caravana de palabras para descubrir mi incertidumbre a través de sus ojos, los cuales contemplan el mundo como un caos y fragmentos de emociones olvidadas que se entrelazan en nuestro espíritu.
El poemario abre con una declaración de ausencia, de un líquido que nos hace falta para levantarnos de la cama o para sentir nuevamente la fugaz felicidad de sentirnos amados, esa ausencia será un dolor extendiéndose hasta estrellarse con la eternidad. Con los primeros versos comprendemos que hay días que sólo estamos hechos de lágrimas e impotencia. Tal vez miramos nuestra vida como una caravana de recuerdos, de trenes que contienen una carga mínima pero significativa: momentos vitales tan escasos, tan frágiles, que pareciera decirnos, en el segundo poema, que la vida, en realidad, no es tan larga como suponemos. Únicamente nos sujetamos con fuerza del último vagón para desear que la palabra pronunciada no sea la definitiva.
La voz poética tambalea sobre los bordes de la incertidumbre, de ese dolor primigenio que nos arroja hacia los recuerdos, a esos callejones circulares que forman parte del esqueleto de la nostalgia. La autora, consciente de la trampa, retoca sus recuerdos para reinventarse en las imágenes que relampaguean en sus versos. Sin embargo, para dejar atrás la pesada piel que envuelve a los solitarios y a los desamparados, es necesario desollarnos con la lluvia, porque esa fuerza borra cada promesa incumplida entre los amantes. Después de cada lluvia poética, descubrimos las barreras, los cambios vislumbrados, para que al finalizar la travesía, descubramos que ni en el amor existe la certeza y todo es un juego de máscaras, donde acabamos separándonos con sólo una bolsa de memorias al hombro, que de tanto visitarlos, empiezan a romperse.
A la medianoche, el poemario desenvuelve la melodía que habita en sus cicatrices. La construcción de cada verso nos transporta al estado de tranquilidad que cobija el viajero, cuando sus pies reposan sobre los sueños y la ansiedad que despierta conocer un país desconocido. Ese ritmo vislumbra ante mis ojos la ilusión de una frontera añorada, la cual atravesamos guiados sólo por la mano hábil de Ileana Garma. Ella revela las fracturas de su mundo interno, cuando terminamos de visitarlo, nos damos cuenta que ya habitamos en él.
Con cierta ironía por parte de la autora, regresamos al principio, a la pregunta vuelta título, dónde está el estado de sitio, quién lo impone, qué fuerza o poder supremo lo ha declarado: solamente el lector tendrá la respuesta, porque únicamente nosotros conocemos el dolor que nos obliga a caminar sonámbulos y la causa de nuestra apatía cuando la niebla nos arrebata inmisericordemente la ciudad, mientras reposamos sobre el libro.

Publicado en el Periódico Por Esto!
1 de agosto de 2011

22 julio, 2011

Carta triste para Zací


Apreciada Zací: escribo sobre la mesa de mi cuarto, la tarde se desprende del café para mezclarse con el aroma a pasto recién cortado, y mientras el sol raya el barrio de Santa Lucía, cada destello descubre un rostro nuevo sobre la cúpula de su Iglesia, mueve los tres arcos que rodean su puerta hasta abrazarla puntual cuando la tarde muere entre las calles de la zona y se enciende el primer farol en el costado norte. ¿Don Luis Rosado Vega ronda estas ideas?
Ciudad Heroica que devino gavilán blanco, con perfil heráldico, custodias el secreto que guardan tus paredes, pero la noche puede tocar el sonsonete exacto para que tus piedras canten, murmuren y revivan todas las voces de los niños que han acariciado tus imponentes sueños. Los más afanosos recorren el suburbio con la mirada cansada, silban en el trayecto que los lleva a casa, dejan pruebas de su paso por Zací, intuyen que, sin importar los siglos que transcurran, las piedras resguardarán su voz de la seca previa; sólo los poetas vallisoletanos conocen la geografía de tu nostalgia, ciudad que desde mi ventana los veo sentarse en el parque de Santa Lucía, presentando sus palabras a tu voluntad de flama. ¿Habrá rincón de las alturas que no haya esbozado José Inés Novelo?
Los niños recorren el parque dejando filigranas del territorio infinito de su infancia: una piedra arrojada con descuido, sus huellas sobre los árboles y los juegos metálicos donde esconden sus sueños, sueños que sustentan el alma de la ciudad. Como nadie, tus piedras saben que mañana vendrán a acariciarlos, cuando, también, sus hijos alimenten con juegos y anhelos las noches serenas de un barrio cubierto de riqueza auténtica, que generaciones enteras batallan por mantenerla viva. ¿a quién pertenece esta idea que fluye en el aire vallisoletano?
Es tiempo de retirarnos de la mesa, tu silueta rodó hasta el fondo de mis ojos, impregnando con tu aroma cada recuerdo oculto, quisiera materializarte cuando esté en otras ciudades, en otras tierras, sólo puedo llevarme las artesanías que elaboraban los orfebres con los cristales de la añoranza. No quiero cargar en los bolsillos del pantalón la tierra que circunda tu geografía, sino atrapar en mis oídos las voces remotas y presentes que soportan tu estructura, cerrarlos para escuchar únicamente el sonido del aire al rozar tus edificios, sobre todo esa melodía que arrulla a tus habitantes cuando la noche se encuentra en la pausa más elevada.
Zací es imposible que tengas sabor a polvo, sino a maíz recién tostado que las manos hospitalarias de tus hombres y mujeres ofrecen al viajero que reconoce la grandeza de tus calles; y aunque todavía permanezco saboreando la nostalgia que despiden las tardes sobre Santa Lucía, no quiero abandonarte sin antes escribir esta carta, para que la ocultes entre tus piedras, para que cuando tus muros sean bañados por el aire, mi voz forme parte de tu herencia. Santa Lucía cierra los ojos al rocío, mientras sueña dentro de mí.
Publicado en el Periódico Por Esto!

26 febrero, 2011

Por qué leo cómics

Muchas veces me han hecho esa pregunta, la respuesta a veces no agrada a todas las personas porque esperan una contestación un tanto elaborada o que justifique mi adicción como parte de un estudio literario más complejo o seudo erudito sobre la estructura o los temas que tratan, sin embargo la respuesta es más sencilla: porque me agradan y me hacen creer en un mundo mejor.

Talvez sean producto de una diabólica manipulación ideológica impulsada por Estados Unidos o Japón, un complot de Disney para monopolizar el mercado, sin embargo el mundo depende de como lo mires; en ellos he encontrado un universo delimitado entre los correcto e incorrecto, entre los valores que aspiramos que tenga una civilización y el compromiso de entregarnos a un ideal hasta verlo convertido en realidad.

Obviamente me refiero a los primeros que coleccioné, ahora las historias están enfocadas a mostrar el mundo como un inmenso gris, donde los superhéroes y villanos están divididos por líneas tan tenues que apenas las percibimos. No hay nada malo en ello, al contrario, la modernización de sus tramas, dibujos y esquemas de pensamiento siempre son bienvenidos, evitan la repetición absurda de modelos que hoy en día parecen obsoletos ante la violencia y la irracionalidad que muchas veces hay en nuestros actos.

En los primeros números que tuve en mis manos, allá en el lejano 1985, me hicieron mantener la esperanza en un mundo mejor, donde las acciones correctas no se confundían, donde no había una conspiración económica, política, religiosa o social escondida, simplemente era una lucha entre dos fuerzas sin medias tintas.

Apenas ayer releí varios ejemplares que conservo en mi librero, al palpar sus hojas amarillentas y pasar los ojos sobre sus historias, renació en mí esa idea de un mundo más sencillo, con héroes que aún inspiran a seguir su camino, no saltar edificios usando nuestra pijama como red, sino esa certeza de que una buena acción impulsará cientos más.

Siempre me han acusado de pesimista, sobre quienes han tenido la desgracia de leer mis esbozos de poemas, para abatir esa idea de una sociedad irremediablemente mordida por las violencia, agusanada y en vías de marchitarse, es que regreso a mis cómics, en ellos bebo ese idealismo que hace falta para regresar otra vez a la realidad y no morir abofeteado por ese olor a cadáver que lentamente se apuntala entre sus huesos.

Definitivamente a esa pregunta, la única respuesta nace de ahí. Cuando leemos no es necesario hacer un desplegado teórico o elaborar una cinta para desarmar el libro hasta sus estructuras mínimas, sino que podemos leer por placer, para entretenernos y aprender algo en el camino, con el cómic pasa lo mismo, los abrimos por placer.
 
Lamentablemente la edad hace que tengamos una justificación para todo, porque perdemos la niñez y ya no hay forma de abrevar en ella en los momentos en que estamos golpeados por la rutina. No necesito explicar más mi punto y quien aún se pregunte por qué leo cómics, dedique unos diez minutos de su tiempo para abrir uno y sumergirse en ese mundo, que talvez no dé consuelo, pero le permitirá creer que los ideales aún existen.

publicado en Por Esto! 26 de febrero de 2011

07 enero, 2011

The Walking Dead: la humanidad al límite

A lo largo de la historia del cine del siglo XX y principios del XXI hubo una explosión de películas de terror centradas en la figura de los zombies como promotores del Apocalipsis, seres humanos mutados a consecuencia de un virus, un experimento militar fallido, proveniente de otro planeta, sea el origen que quiera, sólo una cosa es cierta: la humanidad es llevada hasta el extremo de su moral y ética para sobrevivir.

Iniciado el género con George Romero con La Noche de los Muertos Vivientes, permanecen algunas constantes en la labor de muchos guionistas y directores, como sería sintetizar la civilización en un grupo de sobrevivientes que representan puntos de vista divergentes sobre las decisiones que deben tomarse para seguir con vida así como el peligro que entraña no los zombies, sino los mismos seres humanos que anteponen sus intereses personal a los colectivos.

La serie de televisión está basada en el cómic mensual The Walking Dead, escrita por Robert Kirkman y dibujada por Tony Moore, donde se narra la desesperación de un grupo de seres humanos ante el inminente Apocalipsis zombi y sus esfuerzos por sobrevivir en un mundo donde las reglas sociales se han torcido tanto, que lo peor que puede pasarte no es ser devorado por los muertos vivientes, sino caer en garras de otras tribus de supervivientes.

Tal vez la televisión no ofrezca muchas opciones interesantes hoy en día, sin embargo la serie que reseñamos tiene una estructura demoledora en cuanto a percepción del mundo social. Las prioridades han cambiado, el agua, la gasolina y la alimentación continúan siendo vitales para los hombres, la diferencia estriba en que son canjeadas por cajas de herramientas, piezas de refacción para vehículos o armas.

En el contexto de la serie, las relaciones humanas son efímeras y las decisiones que deben tomar en caso que un ser amado sea infectado, devastadoras. Las nacientes tribus urbanas recorren el país en busca de alimento entre los escombros, debido a que no pueden asentarse lo suficiente en un lugar, por los constantes ataques de los muertos vivientes. En ellas, la religión se transforma en un verdadero acto de canibalismo, sin simbolismos y la justicia es aplicada cuando ésta no afecta la capacidad de poder de los sobrevivientes, porque se necesitan todas las manos posibles para enfrentar una horda de zombies.

Pese a las dudas que tenían muchos lectores del cómic sobre la calidad de la serie, a más de uno dejó boquiabierto, porque los efectos especiales, la narración visual y la estructura de las secuencias son endiabladamente buenas. Inicia con el alguacil de policía, Rick Grimes, despertando de un coma en un hospital, a consecuencia de un balazo que recibió en cumplimiento de su deber, leyendo las inscripciones de la pared (no la abras, la muerte esta detrás), sale dando traspiés para descubrir una pirámide de cadáveres en el segundo piso del nosocomio, un ejército de moscas sobre la ciudad, tanques y vehículos abandonados, y sin comprender lo que sucede, se dirige a su casa para descubrir que su esposa e hijo ya no están. Ahí empieza la odisea del protagonista, que junto con él, iremos descubriendo que le pasó al mundo.

Después de varias aventuras, encuentros y desencuentros con grupos de sobrevivientes, logra llegar al campamento de un antiguo compañero de la policía. El único defecto que señalaría sería la imitación, al igual que muchas historias sobre el Juicio Final, es la radio de emergencia anunciando un paraíso en una frontera lejana, el giro lo da la muerte de la esperanza y el descubrimiento de que la explicación de la plaga, es que no existe ninguna, (en homenaje a la primera película de Romero, donde la causa de la infección es desconocida, ya que podría ser un virus hasta una contaminación extraterrestre), y con ese descubrimiento la semana pasada concluyó la primera temporada de la serie.

La serie promete giros argumentales diferentes a los plasmados en el cómic, cuyas primeras muestras en los seis capítulos que abarcó la primera temporada dejaron gratas sorpresas para los seguidores del género.

Quienes no han tenido la oportunidad de verla, esta semana repetirán toda la saga y es una buena oportunidad para adentrarse en un proyecto que promete mucho, ya que la muerte siempre ha estado detrás de la puerta, ¿tendrás el valor de abrirla?

Publicado en Por Esto!

Raúl Renán: un combate a muerte contra el espacio en blanco

Existen momentos en que los recuerdos se agolpan como violetas obscuras sobre nuestro pecho, semillas de las que brota la nostalgia como remedio contra la desidia, y de ahí nace el asombro, ya que en literatura es la condición fundamental para atraparnos en lo que leemos, significa dejar atrás la monotonía y adentrarnos en un universo que dobla su estructura hasta que nuestra alma queda de cabeza, los sentidos destrozados y sólo queda la admiración ante un autor que sabe demoler nuestros cimientos, ese es el poeta yucateco Raúl Renán.

Tardíamente lo descubrí, lo admito, pero en parte tal vez fue lo mejor, porque después de leer Mi Nombre en Juego, honestamente me quedé atónito y con una sensación de imposibilidad para superar una estructura poética que se desdobla, se retrae y expande con la única finalidad de devorar el espacio en blanco, de romper los límites de nuestra lógica hasta que las palabras, como dicen sus poemas, sean accesibles a los lectores con vocación de fuego, aquellos que no tienen miedo a entrar de cabeza a la hoguera en que la palabra resucita con un nuevo significado.

Raúl Renán es un poeta exiliado que inició con un rechinar de dientes un universo poético que entiende mi orfandad, mis requiebros y que intuye las grietas por donde fluirá mi cólera. Con César Vallejo aprendí el compromiso del poeta con el mundo, de su incansable batalla para saludar al sufrimiento armado y Raúl continúa esa tradición de lucha desde la palabra y por la palabra.

Mi Nombre en Juego abre con un soneto que puede leerse en tres formas diferentes, son poemas trabajados para expandir el significado de cada verso, en los que la imaginación del lector será la guía y quedará a su elección cuál lectura elegirá. Existen cuadros e imágenes poéticas sobre momentos históricos, sobre autores perdidos en las venas del tiempo, pero el poema que capturó por completo mi atención está dedicado al Salmón, un poema que corre de abajo hacia arriba, representando la lucha por sortear los obstáculos que la vida pone frente a nosotros, un poema de una manufactura excelente y con una creatividad devastadora.

Hace poco conseguí en la feria del libro, en el Parque de las Américas, Cuadernos en Breve, de Raúl Renán (que el trabajo ha impedido que le hinque el diente), y Diálogos en Voz Baja, de José Francisco Conde Ortega, quien recopila las tertulias literarias, en las que la figura predominante es Raúl Renán. En ellas, nuestro yucateco es un hombre de libros y punto central en las reuniones de la colonia Roma.

Entre sus obras también destaca Emérita, poemas confeccionados sobre Yucatán cuya estructura juega con los símbolos locales, como la figura del henequén, de sucesos y emociones que despierta el terruño en la imaginación del exiliado, de quien ve la península como un espacio añorado, una amante ingrata que usa nuestros huesos para saciarse y después dejarnos a la deriva.

Mención aparte merece la labor que Raúl Renán hace como tallerista, porque muy pocos escritores tienen el don de enseñar sin contaminar la obra del escritor en ciernes con su propia voz. Tuve el privilegio que me revise unos textos pese a lo complicado de su agenda de trabajo, revisiones enfocadas a depurar el estilo poético, sin quitar contenido, sin ofender al autor, que en muchos talleres es práctica común primero destruir el espíritu de los jóvenes para después moldearlos a su imagen.

En este espacio quiero agradecer al destino literario por poner en mis manos los libros de un autor congruente entre su obra y vida, que enseña siempre con el ejemplo, modesto, sin falsas pretensiones ni deslumbrado por su fama.

Maestro Raúl, gracias por compartir esos combates contra el espacio en blanco que muchas veces llega a ser nuestra existencia y, sobre todo, por permitir que sus libros sean el oasis donde uno abreva en los momentos en que el desierto amenaza con borrar nuestra batalla contra la corriente.

Daniel y Ana: una propuesta vacía

Con la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, el cine mexicano experimentó un posicionamiento inusual en las carteleras y atrajo la atención del público, sin embargo muchas de las propuestas materializadas en pantalla decepcionaron a los espectadores.

Pese al gran financiamiento que requieren las producciones mexicanas, muchos de los directores desaprovecharon la oportunidad que significó el interés por lo nacional que despertaron las celebraciones patrias, produjeron películas tan al vapor, que pareciera que sólo querían cobrar el financiamiento.

Salvo El Infierno y Abel, que recuerdo ahora, hubo muchas decepciones en cuanto a películas en el último trimestre de este 2010, como el caso de Daniel y Ana, dirigida por Michel Franco y con las actuaciones de Marimar Vega y Darío Yazbek Bernal.

Los cortos promocionales generaron una expectativa intensa, prometía una revisión psicológica de un hecho que cambió para siempre la vida de dos hermanos, obligados a sostener relaciones sexuales entre sí por una red de pornógrafos. Dejando el morbo de lado, prometía una revisión de las relaciones familiares, la coexistencia entre los involucrados y la forma en que resolverían ese hecho tan perverso, sin embargo nada de eso ocurrió.

Para comenzar, el cine mexicano parece empeñado en mostrarnos las tragedias de las familias con dinero, tal vez para demostrarnos que ser pobres es lo mejor que puede ocurrirnos, porque aunque la película no lo dice abiertamente, en las primeras tomas aparece la cochera de los hermanos Torres con cinco vehículos, uno para cada miembro de la familia y la camioneta familiar; aunado a lo anterior, van a vacacionar a su casa de verano con alberca, jacuzzi, cuartos más grandes que las casas de interés social y se dan el lujo de regalarle a su hijo un coche nuevo al cumplir la mayoría de edad.

Con esos detalles, es imposible que nos apropiemos de la tragedia de los protagonistas. Las actuaciones tampoco ayudan a la trama porque los secuestradores son más educados que el ciudadano promedio, detestan la violencia y para rematar permiten que los hermanos vean sus rostros, sin pensar que pueden demandarlos y dar su descripción a la policía.

En el caso de los protagonistas convencen a momentos y en otros se acartonan, resultado de la ausencia de una trama enfocada a desarrollar la psicología de los personajes y cómo les afectó el incesto. Durante los 40 minutos que siguen a su secuestro no pasa nada, sólo escenas en sus carros llorando, encerrados en sus cuartos sin decir nada, ausencia de diálogos, cuando el director debió abordar la falta de comunicación de padres a hijos, la ausencia de la cultura de la denuncia, la búsqueda de puentes de comunicación para superarlo, cómo afectó al hermano esa situación en sus relaciones de pareja, en fin, explotar la riqueza narrativa de su propuesta y vincularla al plano psicológico, emotivo y social.

Advertencia: si no la has visto no leas este párrafo. Ante la falta de desarrollo psicológico de los personajes, no entendemos por qué después de arrepentirse Daniel por equivocarse de camino y ocasionar que los secuestren, viole a su hermana en la siguiente escena. No hubo una explicación de los sentimientos culpa-amor familiar-deseo por su hermana, un debate interno a cuadro que justifique ese acto, tal vez si el director se hubiera enfocado en esa triada, el resultado sería diferente.

Aunque la fotografía, promocionales, cortes visuales, iluminación, tiempo de las escenas y el diseño son excelentes, por sí mismos no significan el éxito de la película, porque el director no aprovechó esa riqueza para fusionarla con su historia. Una metáfora rescatable sobre la falta de comunicación es el muro que divide el recibidor de la sala, donde los hermanos sólo escuchan la voz del padre sin verlo, pero nunca ahondan en eso.

Los realizadores aseguran que la intención no es el morbo ni la polémica, en lo primero lo dudo al poner el aviso basada en hechos reales, por lo segundo con ese final previsible no crearon un ápice de discusiones. Para cerrar hubiera tenido más valor si hubiera denunciado a la psicóloga que contó el caso, por violar la confidencialidad médico-paciente.
 
Publicado en Por Esto!

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