08 julio, 2014

True Detective: los pantanos del sueño americano


Por: Rodrigo E. Ordóñez Sosa

Sí el bien común tiene que inventar cuentos de hadas,
no es bueno para nadie”

Rustin Cohle
 

Con el pretexto de un asesinato con tintes religiosos, la serie televisiva True Detective inicia un recorrido hacia los rincones más sórdidos del sueño americano, compuesto por asentamientos urbanos donde predomina la pobreza, atando a ella problemas sociales como la prostitución, las drogas y religiones emergentes que desaparecen al llenarse los bolsillos de los predicadores. Ambientada con la oscuridad de las novelas policiacas norteamericanas, la trama girará en torno a un asesino en serie enterrado en las profundidades de una Luisiana en constante oxidación social.

            Alejada de las demás series policiales de moda donde la sociedad norteamericana es representada como un todo funcional donde el crimen es una anormalidad, True Detective retrata la ciudad como una compleja red de corrupción que inicia con las familias que detentan el poder político, judicial y religioso que voltea el rostro para permitir que proliferen los delitos. Semejante a la novela gráfica El Asesino del Torso, en estos asentamientos están diseminados burdeles que emplean adolescentes, bares y picaderos de drogas que infestan el contexto donde se mueven los detectives.

          Creada por Nic Pizzolatto, la narración inicia en 1995 con los detectives Martin Hart y Rustin "Rust" Cohle que descubren en la comunidad de Erath el cadáver de una mujer con una corona de cuernos y maniatada. Este viaje inicia a través del corazón de la ciudad, donde abundan comercios destruidos, corroídos por el polvo y el óxido, prostíbulos atestados, picaderos de drogas; también deberán desenredar los programas religiosos adosados a la educación privada, donde opera una amplia red de pederastas encubiertos desde la cima del poder local. Esta historia abarcará 17 años, divididos en ocho capítulos, donde paralelamente a la pesquisa policial, también mostrará cómo avanzó la pobreza año tras año.

 Además, la ciudad tiene la memoria fractura por los embates de tres huracanes que hizo que los archivos se perdieran en las grandes inundaciones, por esa razón, abundan las casas rodantes, vecindarios creciendo al azar, personas que aparecen y desaparecen de un día para otro. Aunado a lo anterior, esa dispersión ocasiona que los hijos huyan, sean secuestrados o queden a la deriva, perpetuando el ciclo de pobreza y muerte. Vemos como ellos se sujetan con uñas y dientes del último escalón del sistema económico con un sueño de prosperidad empantanado como el paisaje que los rodea. Las únicas vías posibles que tienen para ascender son el comercio de las drogas y la prostitución, con una lógica que recuerda las novelas naturistas de principios del siglo XX.

             Bordeando el maniqueísmo moral, la realidad será diseccionada a través de los recuerdos, sin archivos policiales por las inundaciones, los detectives deberán exponer nuevamente el caso 17 años después, donde la reflexión abrirá dos líneas temporales: el pasado y el presente; el primero sometido a una serie de justificaciones para salvarse de ir a la cárcel. Ante esa distancia temporal, ambos detectives, entrevistados por separado, cuestionan la creciente ola de crímenes y la pasividad del poder para frenarlos, sin embargo van más allá y presentan el florecimiento de las iglesias de carpa que recorrían los Estados Unidos ofreciendo su versión de la palabra divina (una mezcla de citas bíblicas y frases de superación personal). Esta nueva religiosidad que funcionó como paliativo para sobrellevar las carencias financieras, la cual en palabras de Cohle significa que las personas prefieren lanzar unas monedas al pozo de los deseos que procurarse una mala cena.

             Con estos elementos aparentemente periféricos que rodean la serie, el creador construye una visión desesperanzada de los Estados Unidos, donde los monstruos y las pesadillas deambulan con más frecuencia que las que admitiría una sociedad basada en un sistema social que simula ser perfecto. La conclusión que se desprende de esta serie, pese a que al final adoptaron el mensaje esperanzador televisivo, convirtiendo al cínico de Cohle en un optimista, el mensaje construido en segundo plano será que la herrumbre y la miseria que carcome el alma humana seguirán devorando los bordes de la vida, hasta convertirla tan sólo en un acto de venganza donde lo único que sobrevive es el círculo de la violencia.

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