Por: Rodrigo E.
Ordóñez Sosa
“Sí el bien
común tiene que inventar cuentos de hadas,
no es bueno para
nadie”
Rustin Cohle
Con
el pretexto de un asesinato con tintes religiosos, la serie televisiva True Detective inicia un recorrido hacia
los rincones más sórdidos del sueño americano, compuesto por asentamientos
urbanos donde predomina la pobreza, atando a ella problemas sociales como la
prostitución, las drogas y religiones emergentes que desaparecen al llenarse
los bolsillos de los predicadores. Ambientada con la oscuridad de las novelas
policiacas norteamericanas, la trama girará en torno a un asesino en serie enterrado
en las profundidades de una Luisiana en constante oxidación social.
Alejada de las demás series
policiales de moda donde la sociedad norteamericana es representada como un
todo funcional donde el crimen es una anormalidad, True Detective retrata la
ciudad como una compleja red de corrupción que inicia con las familias que
detentan el poder político, judicial y religioso que voltea el rostro para
permitir que proliferen los delitos. Semejante a la novela gráfica El Asesino
del Torso, en estos asentamientos están diseminados burdeles que emplean
adolescentes, bares y picaderos de drogas que infestan el contexto donde se
mueven los detectives.
Creada por Nic Pizzolatto, la narración
inicia en 1995 con los detectives Martin Hart y Rustin "Rust" Cohle
que descubren en la comunidad de Erath el cadáver de una mujer con una corona
de cuernos y maniatada. Este viaje inicia a través del corazón de la ciudad,
donde abundan comercios destruidos, corroídos por el polvo y el óxido,
prostíbulos atestados, picaderos de drogas; también deberán desenredar los
programas religiosos adosados a la educación privada, donde opera una amplia
red de pederastas encubiertos desde la cima del poder local. Esta historia
abarcará 17 años, divididos en ocho capítulos, donde paralelamente a la
pesquisa policial, también mostrará cómo avanzó la pobreza año tras año.
Además, la ciudad tiene la memoria
fractura por los embates de tres huracanes que hizo que los archivos se
perdieran en las grandes inundaciones, por esa razón, abundan las casas
rodantes, vecindarios creciendo al azar, personas que aparecen y desaparecen de
un día para otro. Aunado a lo anterior, esa dispersión ocasiona que los hijos
huyan, sean secuestrados o queden a la deriva, perpetuando el ciclo de pobreza
y muerte. Vemos como ellos se sujetan con uñas y dientes del último escalón del
sistema económico con un sueño de prosperidad empantanado como el paisaje que
los rodea. Las únicas vías posibles que tienen para ascender son el comercio de
las drogas y la prostitución, con una lógica que recuerda las novelas
naturistas de principios del siglo XX.
Bordeando el maniqueísmo moral, la
realidad será diseccionada a través de los recuerdos, sin archivos policiales
por las inundaciones, los detectives deberán exponer nuevamente el caso 17 años
después, donde la reflexión abrirá dos líneas temporales: el pasado y el
presente; el primero sometido a una serie de justificaciones para salvarse de
ir a la cárcel. Ante esa distancia temporal, ambos detectives, entrevistados
por separado, cuestionan la creciente ola de crímenes y la pasividad del poder
para frenarlos, sin embargo van más allá y presentan el florecimiento de las
iglesias de carpa que recorrían los Estados Unidos ofreciendo su versión de la
palabra divina (una mezcla de citas bíblicas y frases de superación personal).
Esta nueva religiosidad que funcionó como paliativo para sobrellevar las
carencias financieras, la cual en palabras de Cohle significa que las personas prefieren
lanzar unas monedas al pozo de los deseos que procurarse una mala cena.
Con estos elementos aparentemente
periféricos que rodean la serie, el creador construye una visión desesperanzada
de los Estados Unidos, donde los monstruos y las pesadillas deambulan con más
frecuencia que las que admitiría una sociedad basada en un sistema social que
simula ser perfecto. La conclusión que se desprende de esta serie, pese a que
al final adoptaron el mensaje esperanzador televisivo, convirtiendo al cínico
de Cohle en un optimista, el mensaje construido en segundo plano será que la
herrumbre y la miseria que carcome el alma humana seguirán devorando los bordes
de la vida, hasta convertirla tan sólo en un acto de venganza donde lo único
que sobrevive es el círculo de la violencia.