27 junio, 2010

IVÁN THAYS: EN ALGÚN LUGAR DE LA LITERATURA


El regreso a la normalidad en la Literatura de principios del Siglo XXI significó para Jorge Volpi el cierre necesario para reinventar la narración a través de un análisis profundo de América y la inclusión del discurso latinoamericano en la visión del mundo global, sobre todo con la decadencia del Realismo Mágico.

Siguiendo esa lógica, aparece la novela un Lugar Llamado Oreja de Perro del escritor peruano Iván Thays, quien alejado del exotismo construye la complejidad de la realidad actual y su impacto en las relaciones personales. Con un tema aparentemente intrascendente, un hombre incapaz de escribir una carta-respuesta a su esposa Mónica para preguntarle por qué lo abandonó, el autor profundiza sobre las relaciones de pareja y reflexiona los estragos de la violencia, representados en el poblado Oreja de Perro.

No es extraño que a lo largo de la narración se desarrolle un combate contra la amnesia. El protagonista lucha con el miedo a despertar en medio de la calle sin saber quién es, sin percibir que su vida ha comenzando a vaciarse de la materia que alienta esos recuerdos, llegando esa amnesia tan temida a través de un mecanismo para conservarla: la palabra escrita, una carta y las anotaciones en su cuaderno.

Ese temor de su infancia lo obliga a extender el mítico hilo de Ariadna para recordar el camino a casa. Como adulto desarrollará un mecanismo semejante con la libreta que guarda en su maleta. Ahí, apunta todas sus ideas para redactar la carta, pero descubrirá a través de esas reflexiones que ya ha perdido todo.

Al llegar a Oreja de Perro deambula por sus calles sin motivación, porque sin esposa e hijo, pierde la materia de sus recuerdos. Comprende en un momento de abandono la similitud que tiene con un caso que cubrió para su noticiero y que inicia la novela: un hombre amnésico y los testimonios de los sobrevivientes de los combates, porque al igual que ellos la vida es una batalla contra el olvido.

No es casual que el protagonista sea un periodista desencantado. Con el objetivo de preservar en la memoria de la sociedad el último acto político del Presidente en turno y del éxito de ese movimiento depende la permanencia de su partido en el poder, el protagonista advertirá que perdió su capacidad para escribir.

Contrario al objetivo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de usar al poblado como símbolo de la pacificación y la reestructuración de una ciudad asolada por la guerra civil, a través de un programa de asistencia social así como la búsqueda de la verdad y la preservación de la memoria, el protagonista de la novela comprende que la memoria personal “es una espía”, desmantelándolo hasta convertirlo en un ser inseguro de sus propios decisiones.

Con una narración sintética, asistimos al descubrimiento de las historias personales de los personajes que irán tocando su vida: un amnésico que estudia chino, Scamarone que es un fotógrafo viejo y cínico, Jazmín, una muchacha embarazada, Tomás quien es un muchacho que lo persigue, varias antropólogas y militares. Sin embargo, pese a lo trágico de muchas de esas vidas, percibirá su propia indiferencia.

Como muchos escritores latinoamericanos después de la Generación del Boom, sus historias están desprovistas de referencias locales, son ciudades o pueblos sin rasgos exóticos, sin peculiaridades locales, al contrario, son espacios universales ya que esos problemas ocurren simultáneamente en todas partes. Todos estamos queriendo escribir una carta que no logra salir, porque hemos perdido mucho en los últimos años.

Al igual que muchos novelista, Iván Thays experimenta una nueva forma de narrarnos la realidad a través de los engaños que usamos para recordar. En esa novela breve descubriremos que los recortes de periódicos, las cartas, los videos y los testimonios no sostienen nuestra memoria, sino que la reemplazan hasta dejarnos fuera de nuestra vida y como espectadores indiferentes la vemos continuar desde un lado del camino.

publicado en el periodico Por Esto! y la revista Revolucion Con Letras.


EL FINAL DE UNA ERA


Nunca he tenido padres, únicamente un puñado de libros que me sostienen a través de la mirada, que conforman mi columna vertebral con palabras, con vida y en constante asombro. Pareciera que la muerte es una estación de paso, un pequeño obstáculo que superar antes de estrellarnos de lleno con la nada.

Los grandes íconos de mi generación inician su descenso al reino del polvo y la niebla, revelándonos que hemos comenzado a morir lentamente junto con ellos, que ese aliento que mantuvo vivo a los combatientes en sus trincheras del siglo pasado están doblegándose ante el tiempo.

Con la muerte de Carlos Montemayor, José Saramago y Carlos Monsiváis asistimos a ese derrumbe. El año pasado nos dejaron el poeta malagueño Francisco González Pedraza, la poeta uruguaya Idea Vilariño, el escritor Mario Benedetti, el escritor de ciencia ficción J. G. Ballard, Mercedes Sosa, el periodista Baltasar Porcel, el escritor Jorge Enrique Adoum, el escritor y músico Jim Carrol, el escritor cubano Cintio Vitier, el antropólogo Claude Lévi-Strauss, entre muchos otros. Su desaparición significa el final de una etapa de combate a las grandes dictaduras, los guerrilleros, la Generación del Boom, del Medio Siglo y las ideologías que dividieron al mundo en dos bandos.

Considerado por Jorge Volpi como el último escritor latinoamericano, Roberto Bolaño también dejó su legado en la memoria de las jóvenes generaciones que necesitaban un ejemplo para romper la Literatura de los últimos años. Esta reestructuración del Siglo XXI apenas es una etapa de experimentación para continuar con el camino que nos legaron los grandes novelistas y poetas.

Un grupo de nuevos escritores luchan día con día para ocupar un puesto en los grandes vacíos que comienzan a avizorarse en el terreno. En todos los campos de la creación, el espectáculo y la música se ha iniciado el proceso de cerrar una etapa, dejándonos a la deriva y en manos de los sobrevivientes el reto de encontrar una nueva forma de expresarnos, de apropiarnos a través del lenguaje de una realidad violenta, apática y cínica.

Sin embargo, su legado no queda atrás e incinerados junto con el cuerpo de los escritores. Al contrario, es necesario releerlos, mirarlos nuevamente para evitar que sus detractores conviertan sus discursos literarios en fragmentos, frases sueltas fuera de contexto, como bien lo apuntó Milan Kundera, los grandes pensamientos son transformados en una síntesis, en imágenes para auto-engañarnos que conocemos su obra.

Que mejor forma de enterrar una obra literaria que explotando la pereza de muchos lectores. Un ejemplo importante de esa pulverización de los discursos es El Capital de Carlos Marx, la cual muchas editoriales vendieron, con notable éxito, versiones abreviadas, libros de citas, que muchos consumieron con voracidad para lanzarse a las calles diciendo que conocían el texto, cuando en realidad sólo sabían unas frases sueltas de un pensamiento complejo.

De antemano sé que esta advertencia no es necesaria para quienes ven la Literatura como una forma de entender la realidad, de recorrer los derroteros del alma, de sentirla como el mayor placer existente o como un escudo ante la incertidumbre del paso del tiempo. Talvez no conocí en persona a muchos de los escritores, pero muchas veces es mejor quererlos por su obra.

A todos mis muertos queridos que pueblan mi librero, que me han acompañado en las épocas de felicidad y desventura, a quienes con una frase exacta supieron evitar que el abismo nos devore irremediablemente, a todos ellos no les digo adiós, al contrario, seguiremos encontrándonos en las mesas de café, en las horas muertas, en los momentos más tristes, porque en ellos comprendo por qué los considero amigos verdaderos.

contador

Licencia

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.