06 septiembre, 2010

CHARLES BAUDELAIRE: LARGA VIDA AL REY

El primer libro de poemas que tuve en mis manos fue “Las Flores del Mal”, del poeta francés Charles Baudelaire. Con una edición que incluía apenas unas 20 de esas preciadas flores me refugié en un café para leerlas hasta agotar el licor que desprendían. Con infinidad de líneas subrayadas y unas ligeras manchas en sus bordes, estuvo conmigo en los primeros años de la universidad, latiendo en mis manos cada vez que lo releía para comprender que la poesía es un acto lúdico, rebelde, combativo, que es la vida misma cambiando con cada frase; mientras más experiencia adquiría, los poemas se transformaban en un festín de significados.

En su 143 años de aniversario luctuoso efectuado el pasado 31 de agosto, el fundador del Simbolismo Poético creó una veta de exploración sensorial para los escritores a través de la teoría de “correspondencias”, que explica la vinculación entre los aromas y los recuerdos; también, la síntesis de un universo de ideas a través de un símbolo, la ambigüedad en la significación de sus textos catalogados en su época de inmorales, herejes y que un jurado determinó que debía suprimir seis poemas y pagar una multa de 300 francos.

Con el concepto de correspondencias expandió el universo conceptual de la poesía, utilizando la experiencia sensorial para entrelazar los recuerdos y la vida cotidiana en sus poemas. Asimismo, recurrió a la perturbación de los sentidos como metáfora del trastorno espiritual del hombre ante la llegada de la modernidad urbana e intelectual a París.

Posteriormente, publicó “Pequeños Poemas en Prosa”, cuyo tema central es la vida cotidiana de todas las clases sociales, así como continúa relatando su asombro ante la renovación arquitectónica que experimentó la ciudad con la creación de las avenidas, calles y edificios durante mediados del siglo XIX.

Ante una ciudad cambiante por enormes construcciones arquitectónicas, consolida su término Spleen, esbozado en su primer libro. Dicho concepto sintetizó un estado de ánimo que aglutinó la sensación de tedio, hastío y aburrimiento envueltos por una imperceptible tristeza que se niega a abandonarnos, la cual obliga a los poetas a salir a las calles a convertirse en un espectador de los males, la alegría y las derrotas de sus congéneres, pero siempre como un observador que no interviene ni interactúa con ellos, sino que sólo consigna la realidad a través de la poesía.

Acuñó el término “paseante” para describir sus largos paseos por los barrios y avenidas que le sirvieron para observar los cambios espirituales asociados a la renovación urbana de París. Entonces, la principal herramienta del poeta es la mirada, aquella contemplación que le permite conocer la discriminación de los desposeídos que ven desde las ventanas de los lujosos restaurantes a los clientes comer, ser testigos de cómo son echados del nuevo paraíso, verlos temblar de frío y peleando todos los días por un mendrugo de pan. Por ello, la crueldad utilizada en sus poemas tiene como objetivo despertar la indignación de los lectores.

Son muchas las aportaciones que hizo el poeta, desde el impacto de los avances tecnológicos en el pensamiento, el cambio de la concepción de ciudad o la doble moral burguesa; sin embargo siempre será reconocido por el compromiso social que demostró en sus obras sin que signifique sacrificar la belleza poética.

El vigor de su renovación estética sólo encontró un obstáculo: la sífilis. En marzo de 1866 la enfermedad le produjo un ataque de afasia y hemiplejía que lo mantuvo postrado y mudo en una cama de hospital hasta su muerte en agosto del año siguiente. Así, pese a que el rey ha muerto, su voz aún tiene larga vida.

Publicado en Periódico Por Esto! el 2 de septiembre de 2010

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