26 agosto, 2009

CAPITÁN AMÉRICA: LA METAMORFOSIS DEL DISCURSO POLÍTICO


Por falta de tiempo, envíe éste trabajo cuando ya había cerrado la convocatoria de la Revista Replicante, sin embargo, se encuentra el texto en la sección virtual Replicante Plus ! Esperemos que en la siguiente edición logré entrar mi crónica. Saludos y a continuación el texto:


El Capitán América es un anacronismo para la empresa Marvel Cómic actualmente, porque representa una filosofía y un código ético alejado de la nueva realidad en Estados Unidos. Por ello, los editores decidieron sacarlo de circulación creando una historia que justifique su asesinato, aunque previamente expusieron detalladamente la rigidez que tiene como símbolo y su imposibilidad para representar a una nación que pugna por el fortalecimiento de las políticas de seguridad pública y un cambio en las relaciones internacionales.


Creado en 1941 como contrapeso ante el pesimismo imperante en la juventud por los millares de muertos durante la Segunda Guerra Mundial, el superhéroe fue ideológicamente ensamblado con un nacionalismo férreo, el respeto por las libertades constitucionales y la certeza de materializar el sueño americano. En otras palabras, en el cómic representó el optimismo en las filas de las tropas aliadas que combatían en el frente de batalla en territorio europeo.


Los autores Jack Kirby y Joe Simon lo concibieron desde su origen con los valores que hoy lo caracterizan. Pese a la muerte de su padre y la pobreza de su familia debida a la Gran Depresión Económica, en su infancia sobresalió por carecer de un resentimiento contra la pobreza y las políticas de Estado para contrarrestar los efectos de la Gran Depresión. Al contrario, preocupado por el avance de los nazis y sus proyectos de depuración racial, decide enlistarse en el ejército para combatirlos. Rechazado por reprobar el examen físico para pertenecer a la milicia, decide enrolarse como conejillo de indias en el proyecto Renacimiento, encargado de crear soldados alterados genéticamente y convertirlos en seres humanos perfectos, combatientes que acaben con la guerra evitando cualquier baja.


En contraste con los horrores de la guerra, el código ético del Capitán América, al igual que todos los superhéroes que componen la mitología de las historietas a mediados del siglo XX, tenía la convicción de no matar. Así, era un soldado que no portaba armas, ni mataba o asesinaba, sino que vencía a sus enemigos en combate físico, para entregarlos y someterlos a juicio. Su conducta permitía borrar la perspectiva de la muerte en el cambo de batalla y reforzaba los valores en una sociedad estadounidense aterrada ante la posibilidad de un ataque a gran escala en su territorio.


En el cómic el aspecto visual es trascendental, no sólo por la narración visual de la historia presentada, sino porque refuerza el contenido de la ideología imperante en la ficción. Por tanto, las primeras historias están construidas en tonos opacos, para resaltar el uniforme a colores del Capitán América. Adicionalmente, el diseño del traje impulsa el nacionalismo, porque es la bandera estadounidense estilizada, con la estrella en su pecho y los colores azul, blanco y rojo en el área abdominal, asimismo, en las sienes tiene las alas del águila. A través de sus acciones, los lectores asocian esos colores, las barras y las estrellas como un símbolo de la libertad y enemigo de la injusticia.


Él mismo es una síntesis de la filosofía proteccionista de Estados Unidos, adoptada a mediados del siglo pasado. Desde 1883 la Doctrina Monroe (“América para los americanos”) evolucionó hasta las políticas intervencionistas de Estados Unidos en territorio latinoamericano. Un aditamento que representa esa construcción ideológica es el escudo que lo caracteriza, con los mismos colores de la bandera y la estrella en el centro. Simboliza ese deseo de defender los intereses estadounidenses, reforzado esa noción como una virtud al concederle la propiedad al escudo de ser virtualmente indestructible.


En un análisis detallado de la construcción del personaje, es posible retomar de la semiótica literaria el concepto de ideologema. Porque representa una función intertextual materializada en las diferentes estructuras de un texto y condensa el pensamiento de una sociedad en un momento histórico. De tal forma significa el contenido ideológico narrativo, que la estructura visual presenta en las primeras historietas mantiene una atmósfera de tonos negros, rojos y amarillos, los cuales resaltan los colores de su uniforme así como refuerzan las virtudes del héroe.


En el cómic los elementos visuales representan un importante soporte para las estructuras narrativas, permitiendo la plasticidad del discurso y evita que el narrador explique cada movimiento de los personajes. Con la peculiaridad que las historias perfilan en la estrategia narrativa concebida a su lector modelo con conocimientos enciclopédicos sobre las historias narradas, seguidor de la continuidad de cada número, el reconocimiento de los personajes principales y secundarios. Entre los lectores norteamericanos es posible una mayor comprensión de las historias tratadas, porque en el fondo tocan temas primordiales para las políticas de Estado, incorporadas y adecuadas a la ficción del cómic.


Las traducciones al español de las historias originales llegan a México con un año de atraso en relación con la continuidad estadounidense, por ello, el contexto y el trasfondo político se diluye. En los últimos años, las narraciones del cómic abordan temas políticos y las iniciativas de ley propuestas para reformular políticas de seguridad pública eficaces en el combate al terrorismo. Aunado a lo anterior, plantear nuevas medidas de prevención delictiva supone cambios en las libertades individuales. Principalmente el libre tránsito, la acumulación de armas, y estrictos controles vehiculares y aéreos, que son las libertades fundamentales defendidas por el Capitán América.


Es innegable que la nueva ideología en Estados Unidos a partir del atentado a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, transformó las políticas de Estado y permitió la aparición de leyes encaminadas a reforzar la seguridad interna. Siendo el primer ataque al territorio de su país (o auto-atentado como muchos suponen), repercutió en el ánimo de la población que exige una mayor vigilancia de las actividades de las células terroristas. Por esa razón, Estados Unidos asumió la responsabilidad de intervenir militarmente en los países que difirieran ideológicamente con ellos o que sean sospechosos de acumular armas de destrucción masiva, sin pruebas de por medio, amparados bajo la óptica de amenaza terrorista potencial.


El cómic experimenta y discute a través de sus personajes esa nueva realidad política así como las nuevas relaciones internacionales que emanan de su guerra contra el terrorismo. Más que una propaganda ideológica, las historias exploran las consecuencias que tendría la aprobación de leyes radicales en materia de seguridad. Sin embargo, las narraciones hacen eco del nacionalismo resultante del atentado, del sentimiento de revancha de una nación que vio cómo dos aviones destruyeron el símbolo de su poderío económico. En consecuencia, aprueban la decisión del gobierno de regular sus relaciones con otros países militarmente.


Bajo el amparo de esa política, la industria cinematográfica y del cómic reconfiguraron a sus héroes emblemáticos. En el cine los protagonistas rompían las leyes, actuaban de acuerdo con el bien de la mayoría y durante media película eran proscritos de la ley, hasta el final cuando demostraban que es necesario trabajar fuera del sistema para combatir el crimen y a los terroristas, eran devueltos a la legalidad. Casos que representen esta concepción del mundo es posible encontrarlos en Rambo (1982), Letal Weapon (1987) o Die Hard (1988). Todos ellos operaron en la década de los ochenta y esa filosofía siguió en sus secuelas en los noventa. Mientras que en el cómic los héroes por definición eran proscritos de la ley, tenían libertad para actuar y no rendían cuentas a ninguna instancia judicial, de lo contrario, el Estado les diría quienes eran sus enemigos y cometerían varias injusticias, trabajaban en la clandestinidad, gracias a sus máscaras que protegían su verdadera identidad. Una filosofía vigente en la ficción, y en muchos casos, en la realidad. Recordemos los operativos encubiertos de la CIA o las intervenciones clandestinas en las dictaduras latinoamericanas, intervenciones justificadas con el argumento de preservar los bienes de los ciudadanos norteamericanos en países extranjeros.


Con el atentado a las Torres Gemelas a manos de terroristas locales o extranjeros la figura del proscrito de la ley se volvió peligrosa. Esa transformación en el discurso nacional es perceptible en las películas y las imágenes transmitidas en los noticieros. Ahora, los héroes son los servidores públicos comprometidos con el cumplimiento de la ley y la protección de la comunidad, es decir, los bomberos, los policías y los militares. Un cambio discursivo que repercutió en la ficción de Marvel Cómic.


La saga que cambiaría el panorama general en el Universo Marvel sería Civil War. El arco argumental está basado en la destrucción de una escuela primaria en Stamford, donde un grupo de jóvenes héroes persiguen a un grupo de criminales como parte de su Reality Show, sin embargo, su falta de preparación y pericia ocasiona que en la explosión ocasionada por el villano Nitro mueran los héroes así como 600 personas, entre alumnos y adultos, de un plantel educativo. Similar la situación a las Torres Gemelas, el gobierno considera la regulación de las actividades superhumanas y la creación de un decreto de Ley para evitar que se repita la tragedia. Es en este punto donde se divide la opinión de la nación y sus principales representantes combaten en una guerra civil como respuesta a esa ordenanza. Por un lado, el Capitán América combate contra Iron Man para demostrar que esa ley es una violación a las garantías individuales. El primero rechaza la propuesta porque es contraria a la filosofía de Estados Unidos del siglo pasado así como la demanda de revelar su identidad, mientras que Iron Man aboga por una reestructuración del mundo y el papel de los superhéroes en él.


El enfrentamiento de posturas obliga al Capitán América a pasar a la clandestinidad, como los protagonistas de las películas de acción, para defender los viejos esquemas de trabajo. Su decisión de oponerse al gobierno ocasiona una fractura entre la comunidad de superhéroes, formando bandos contrarios que combatirán entre ellos en una guerra civil. Durante los siete números que conforman la saga principal, los narradores recorren los diferentes puntos de vista al aceptar o rechazar las nuevas disposiciones gubernamentales. Obviamente, quienes apoyaron el decreto de ley fueron los vencedores debido a los anacronismos ideológicos del Capitán América. Es importante resaltar que al momento de asestar el golpe final contra Iron Man, los bomberos y policías son quienes detienen al Capitán América, es decir, los nuevos héroes nacionales son quienes tienen la razón y ellos, finalmente, son quienes lo convencen de que el país debe operar bajo nuevos esquemas.


El Capitán América muere el 7 de marzo de 2007 a consecuencia de tres balazos que recibió al momento de ir a comparecer por sus acciones en la guerra civil. Esa acción es justificada en la saga complementaria denominada Front Line. Ahí, los reporteros Ben Urich y Sally Floyd confrontan al superhéroe al escuchar su versión de los hechos. Parte de la justificación del Capitán América para oponerse al Decreto de Registro Superhumano es que cree “en las libertades fundamentales que nos otorga nuestra constitución, creo que tenemos el derecho a portar armas, derecho a defendernos y derecho a elegir. Hice un juramento para defender a Estados Unidos de fuerzas provenientes del exterior y del interior. Si eso significa levantarme contra mi gobierno y rechazar una ley falaz pasada por mis propios superiores, entonces supongo que eso es lo que significa”. Más adelante, los reporteros le preguntan: “¿Sabe lo que es Myspace? ¿Sabe quién ganó la última Serie Mundial o quién fue el último American Idol? ¿Cuándo fue la última vez que presenció en las tribunas una carrera Nascar? ¿Cuándo fue la última vez que vio Los Simpson o entró a Youtube a ver un video tonto?”, sólo reciben el silencio del Capitán América por respuesta, ante eso, arremete Sally Floyd: “Exacto nunca. Usted habla de los Estados Unidos como si fuera un faro brillante de perfección, pero no sabe casi nada de él”.


En la ficción del cómic, los reporteros, representación de la opinión de la ciudadanía, reacomodan la tensión que significa la regulación de los superhéroes exigiendo la renuncia a la clandestinidad y se registren para que rindan cuentas ante los ciudadanos. Exigen el respeto del decreto de ley, que significa la seguridad de la mayoría, que los responsables de un delito rindan cuentas ante el sistema judicial, sean servidores públicos, delincuentes o terroristas. Para cerrar la idea que tiene el cómic sobre el anacronismo ideológico del Capitán América, Sally lo espeta: “Su problema es que está peleando por un ideal. Es lo único que sabe hacer. Estados unidos ya no se trata de mamá y las tartas de manzana, sino del colesterol de Paris Hilton y de ver cómo consigues llegar a la cima. El país que yo amo trata a los famosos como si fueran de la realeza y a sus profesores como basura. Pero al menos yo camino por sus calles diariamente. Al menos sé lo que son”. En otras palabras, la aceptación ante una nación que ha cambiado su filosofía y las implicaciones que eso trae consigo.


A pesar de la aparente muerte de su protagonista, Winter Soldier sustituye al Capitán América con un nuevo traje, con la variante de representar al nuevo milenio con los mismos colores y portando un arma en la cintura así como una espada. Un universo de relaciones internacionales en tensión y un combate armado con el mundo árabe por parte de Estados Unidos requiere símbolos enérgicos, símbolos que connoten ante los ojos del mundo que se defenderá ante cualquier intento de agresión. Esa nueva filosofía es sintetizada al momento de la primera aparición pública del reemplazo del superhéroe asesinado, al preguntarle sobre el por qué de sus nuevos accesorios y las armas, sólo responde: “Siempre he cargado armas, y ahora que me pinté una diana roja, blanca y azul encima... supongo que las necesitare más que nunca”.


El héroe es sustituido por un personaje repleto de claroscuros con una filosofía diferente y un discurso que apenas empezamos a descubrir. Por ello, las posibilidades del cómic aún están en ciernes y sería necesario esperar para ver los nuevos derroteros y las posibilidades interpretativas que surgirán en torno a él. Más de cincuenta años de historias ofrecen lecturas diferentes, por eso es posible esbozar otras interpretaciones en un género mezclado de ideología, política y preocupaciones comerciales. Los lectores al final, serán quienes explotarán esas vetas, por eso los invito a descubrir ese universo narrativo. ®


Publicado en la Revista Replicante Plus en Agosto de 2009

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