06 julio, 2010

Moby Dick: el drama ecológico

La multiplicidad de interpretaciones que genera una obra literaria al entrar al universo de los lectores, nos permite conocer su capacidad para abrir sus significados. Cuando leemos un libro nos apropiamos de cada palabra, y las explicaciones que brinde el autor son una guía, pero evidentemente la lectura final dependerá de nosotros.

 
Un ejemplo de lo anterior es Moby Dick, de Herman Melville, publicada el 14 de noviembre de 1851. Su aparición no representó un éxito literario, sino que muchos años después sería reconocida por su entramado simbólico, aunado a los conocimientos enciclopédicos y detalles que conservó en sus páginas sobre las técnicas de caza de ballenas, puntos de vista de la biología, religión y ciencia del siglo XIX.


El arco argumental podemos sintetizarlo como la persecución del capitán Ahab contra la ballena blanca que da nombre al libro. Hechos que son narrados por el protagonista Ismael, ofreciéndonos un retrato de las obsesiones que los impulsan. Junto con su amigo Queequeg vivirá en el barco Pequod para ganarse la vida como ballenero, travesía que acabará con el hundimiento del navío al enfrentarse la humanidad y la naturaleza.


Uno de los motores que impulsará al capitán a recorrer el mundo será la perseverancia, virtud que sostiene su mundo de obsesiones y la complejidad de su espíritu. Entre los elementos que rodearán y darán forma a la personalidad de los tripulantes estarán: la obsesión, la venganza, la religión, el idealismo y la entrega. Circunstancias que son puestas al límite en la inmensidad del mar y la obligada convivencia entre marineros conformados por voluntarios de diferentes naciones.


La metáfora destacada por los analistas del texto es el Barco como representación del mundo. Cómo se organizan y discuten diferentes puntos de vista dependiendo del origen de cada tripulante, los cuales son olvidados para alcanzar un beneficio común: la caza de ballenas como remuneración económica.



Umberto Eco postula que la obra literaria es un mecanismo perezoso donde el significado de las palabras e interpretación final están marcadas por los conocimientos que tenga el lector, su capacidad para asociarlo con otros contextos, las ideas vigentes de la época, los hechos recientes o la historia.


Así, actualmente leemos la novela y asociamos sus significados con las referencias que se han hecho en varios géneros literarios o televisivos hasta de los negocios. Esa resignificación de las palabras está latente en nuestra imaginación sin que lo advirtamos. Como es el caso de la cafetería Starbuck, cuyo nombre lo toman del primer oficial de la embarcación o en algunos diálogos televisivos que retoman la primera oración del libro para parodiar la obra.

Utilizar la perseverancia del capitán Ahab sirvió en la década de los 90s para retratar psicológicamente al agente Fox Mulder de la serie X-files. Las referencias a la novela son muchas: estrenada en noviembre, el nombre de la mascota de Dana Scully es Queequeg, el apelativo cariñoso que usaba su padre en ella era Starbuck, entre otras.

 
Ahora, su interpretación es dirigida al discurso ecologista y sus descripciones de la caza de ballenas como una crónica de la crueldad. Los protagonistas experimentan un cambio de valores porque pese a arrancarle una pierna al capitán y destrozar embarcaciones balleneras, será la alegoría de una especie resistiéndose a la extinción. Mientras, Ahab será el símbolo de una industria desprovista de valores e interesada únicamente en el beneficio económico, sin considerar el medio ambiente.


Así, la novela presenta posturas encontradas en todos los ámbitos sociales. Con un clásico como Moby Dick, redescubrimos el potencial que aún tienen esas novelas para ofrecernos una certera lectura del mundo y de nuestro presente, que desearían muchas obras escritas en la última década.

Publicado en Periódico Por Esto! y en la revista Revolución con Letras

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