07 enero, 2011

Daniel y Ana: una propuesta vacía

Con la celebración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, el cine mexicano experimentó un posicionamiento inusual en las carteleras y atrajo la atención del público, sin embargo muchas de las propuestas materializadas en pantalla decepcionaron a los espectadores.

Pese al gran financiamiento que requieren las producciones mexicanas, muchos de los directores desaprovecharon la oportunidad que significó el interés por lo nacional que despertaron las celebraciones patrias, produjeron películas tan al vapor, que pareciera que sólo querían cobrar el financiamiento.

Salvo El Infierno y Abel, que recuerdo ahora, hubo muchas decepciones en cuanto a películas en el último trimestre de este 2010, como el caso de Daniel y Ana, dirigida por Michel Franco y con las actuaciones de Marimar Vega y Darío Yazbek Bernal.

Los cortos promocionales generaron una expectativa intensa, prometía una revisión psicológica de un hecho que cambió para siempre la vida de dos hermanos, obligados a sostener relaciones sexuales entre sí por una red de pornógrafos. Dejando el morbo de lado, prometía una revisión de las relaciones familiares, la coexistencia entre los involucrados y la forma en que resolverían ese hecho tan perverso, sin embargo nada de eso ocurrió.

Para comenzar, el cine mexicano parece empeñado en mostrarnos las tragedias de las familias con dinero, tal vez para demostrarnos que ser pobres es lo mejor que puede ocurrirnos, porque aunque la película no lo dice abiertamente, en las primeras tomas aparece la cochera de los hermanos Torres con cinco vehículos, uno para cada miembro de la familia y la camioneta familiar; aunado a lo anterior, van a vacacionar a su casa de verano con alberca, jacuzzi, cuartos más grandes que las casas de interés social y se dan el lujo de regalarle a su hijo un coche nuevo al cumplir la mayoría de edad.

Con esos detalles, es imposible que nos apropiemos de la tragedia de los protagonistas. Las actuaciones tampoco ayudan a la trama porque los secuestradores son más educados que el ciudadano promedio, detestan la violencia y para rematar permiten que los hermanos vean sus rostros, sin pensar que pueden demandarlos y dar su descripción a la policía.

En el caso de los protagonistas convencen a momentos y en otros se acartonan, resultado de la ausencia de una trama enfocada a desarrollar la psicología de los personajes y cómo les afectó el incesto. Durante los 40 minutos que siguen a su secuestro no pasa nada, sólo escenas en sus carros llorando, encerrados en sus cuartos sin decir nada, ausencia de diálogos, cuando el director debió abordar la falta de comunicación de padres a hijos, la ausencia de la cultura de la denuncia, la búsqueda de puentes de comunicación para superarlo, cómo afectó al hermano esa situación en sus relaciones de pareja, en fin, explotar la riqueza narrativa de su propuesta y vincularla al plano psicológico, emotivo y social.

Advertencia: si no la has visto no leas este párrafo. Ante la falta de desarrollo psicológico de los personajes, no entendemos por qué después de arrepentirse Daniel por equivocarse de camino y ocasionar que los secuestren, viole a su hermana en la siguiente escena. No hubo una explicación de los sentimientos culpa-amor familiar-deseo por su hermana, un debate interno a cuadro que justifique ese acto, tal vez si el director se hubiera enfocado en esa triada, el resultado sería diferente.

Aunque la fotografía, promocionales, cortes visuales, iluminación, tiempo de las escenas y el diseño son excelentes, por sí mismos no significan el éxito de la película, porque el director no aprovechó esa riqueza para fusionarla con su historia. Una metáfora rescatable sobre la falta de comunicación es el muro que divide el recibidor de la sala, donde los hermanos sólo escuchan la voz del padre sin verlo, pero nunca ahondan en eso.

Los realizadores aseguran que la intención no es el morbo ni la polémica, en lo primero lo dudo al poner el aviso basada en hechos reales, por lo segundo con ese final previsible no crearon un ápice de discusiones. Para cerrar hubiera tenido más valor si hubiera denunciado a la psicóloga que contó el caso, por violar la confidencialidad médico-paciente.
 
Publicado en Por Esto!

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