04 agosto, 2011

El sitio sobre la incertidumbre

La neblina nocturna desciende espesa sobre la ciudad. Irreal, dibuja los límites nuevos del asfalto, sacia su hambre en los edificios, deja los esqueletos oxidados de las lámparas luchando contra su oscuridad. La única luz posible emana del libro “Y el estado de sitio”, de la escritora Ileana Garma. Sobre la mesa, insinúa sus muros asediados con la esperanza que el lector sea el salvoconducto idóneo para liberar sus fronteras.
El Estado de Sitio es un control político y militar impuesto en una entidad federativa cuando las condiciones existentes en la sociedad son similares a la guerra. Entonces, las fuerzas armadas son dotadas de facultades extraordinarias para restablecer el orden, con el objetivo de evitar que la población se desborde ante la ausencia de los poderes constitucionales. Con esa idea entré al universo de Ileana Garma, me sumergí en la caravana de palabras para descubrir mi incertidumbre a través de sus ojos, los cuales contemplan el mundo como un caos y fragmentos de emociones olvidadas que se entrelazan en nuestro espíritu.
El poemario abre con una declaración de ausencia, de un líquido que nos hace falta para levantarnos de la cama o para sentir nuevamente la fugaz felicidad de sentirnos amados, esa ausencia será un dolor extendiéndose hasta estrellarse con la eternidad. Con los primeros versos comprendemos que hay días que sólo estamos hechos de lágrimas e impotencia. Tal vez miramos nuestra vida como una caravana de recuerdos, de trenes que contienen una carga mínima pero significativa: momentos vitales tan escasos, tan frágiles, que pareciera decirnos, en el segundo poema, que la vida, en realidad, no es tan larga como suponemos. Únicamente nos sujetamos con fuerza del último vagón para desear que la palabra pronunciada no sea la definitiva.
La voz poética tambalea sobre los bordes de la incertidumbre, de ese dolor primigenio que nos arroja hacia los recuerdos, a esos callejones circulares que forman parte del esqueleto de la nostalgia. La autora, consciente de la trampa, retoca sus recuerdos para reinventarse en las imágenes que relampaguean en sus versos. Sin embargo, para dejar atrás la pesada piel que envuelve a los solitarios y a los desamparados, es necesario desollarnos con la lluvia, porque esa fuerza borra cada promesa incumplida entre los amantes. Después de cada lluvia poética, descubrimos las barreras, los cambios vislumbrados, para que al finalizar la travesía, descubramos que ni en el amor existe la certeza y todo es un juego de máscaras, donde acabamos separándonos con sólo una bolsa de memorias al hombro, que de tanto visitarlos, empiezan a romperse.
A la medianoche, el poemario desenvuelve la melodía que habita en sus cicatrices. La construcción de cada verso nos transporta al estado de tranquilidad que cobija el viajero, cuando sus pies reposan sobre los sueños y la ansiedad que despierta conocer un país desconocido. Ese ritmo vislumbra ante mis ojos la ilusión de una frontera añorada, la cual atravesamos guiados sólo por la mano hábil de Ileana Garma. Ella revela las fracturas de su mundo interno, cuando terminamos de visitarlo, nos damos cuenta que ya habitamos en él.
Con cierta ironía por parte de la autora, regresamos al principio, a la pregunta vuelta título, dónde está el estado de sitio, quién lo impone, qué fuerza o poder supremo lo ha declarado: solamente el lector tendrá la respuesta, porque únicamente nosotros conocemos el dolor que nos obliga a caminar sonámbulos y la causa de nuestra apatía cuando la niebla nos arrebata inmisericordemente la ciudad, mientras reposamos sobre el libro.

Publicado en el Periódico Por Esto!
1 de agosto de 2011

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