08 agosto, 2009

Gustavo A. Madero en los ojos de la disidencia literaria


Entretejidas en el marasmo de concreto de las ciudades están los huesos de traidores y traicionados, una dialéctica frenética que exuda sus propios mitos, sus creencias y se obstina por mantener una cortina que aleja la realidad y forma bandos entre quienes tienen la razón y los errados. Es la ciudad un monolito de papel, donde las palabras adornadas con el cuchillo del preciosismo trafican con las emociones, desangrando la verdad hasta evaporarla de sus hojas.
Un ejemplo de papeles amontonados enfrentados en su afán de legalizar, defender o atacar una postura es la historia de la Revolución Mexicana. Existen análisis de hechos, sucesos y movimientos militares y políticos que determinaron el rumbo de la lucha armada. Sin embargo, entre tantos libros, sobresale la obra de Paco Ignacio Taibo II con Temporada de Zopilotes. Una Historia Narrativa de la Decena Trágica, en la que asistimos a una realidad narrativa que teje los pormenores de una asonada y un golpe militar anunciados hasta la saciedad, protagonizada por los elementos que, a veces, escapan en la reconstrucción histórica: la ambición humana, la ingenuidad, la traición, la conveniencia, la intuición y el orgullo.


A lo anterior, habría que añadir que la historia presentada por Taibo II tiene infinidad de detalles curiosos, pequeños sucesos que brindan un carácter humano a los protagonistas de la primera etapa de la Revolución Mexicana. Sin crear un texto anecdótico, adereza las situaciones con comentarios insólitos, registrados por los testigos de los hechos, como el momento de la liberación de Félix Díaz, quien dice “el 9 de febrero en la mañana estaba rasurándome en mi celda de Lecumberri cuando supe que mis amigos estaban a las puertas de la Penitenciaría”, como si se tratara de una invitación a un día de campo, y no de una fuga de la cárcel.


La narración aborda la complejidad de la megalomanía de los confabulados en el golpe militar de febrero de 1913. Traza las ambiciones y la imagen que tenían Félix Díaz, Victoriano Huerta, Bernardo Reyes, Manuel Mondragón, así como las confabulaciones y presiones del embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, para acabar con el naciente movimiento democrático encabezado por Francisco I. Madero en la Revolución de 1910. También, sin adornar la realidad, el autor nos lleva por la ingenuidad del recién electo Presidente de la República al no reconocer el inminente golpe militar en la capital del país, minimizando las advertencias de su hermano Gustavo A. Madero sobre la inminente rebelión militar.


La reconstrucción, también, gira en torno a la figura de Gustavo que representaba la mayor amenaza para los golpistas, principalmente su permanencia junto a Francisco impidió que Huerta se uniera a los militares sublevados porque “…las pezuñas del Chaparro (Madero) me parecen blandas, pero Ojo Parado (Gustavo, su hermano) las tiene duras…”. Así, el encono de los enemigos está dividido. El Presidente representaba la caída de la oligarquía y el cese de sus privilegios. Mientras que Gustavo, quien simbolizaba la mano dura contra los traidores, era quien estudiaba y medía las fidelidades de los enemigos que perdonó la Revolución y que fueron colocados en puesto clave dentro de la estructura militar de un país aún convulso por la revuelta armada.


Con el triunfo del golpe de Estado, Gustavo debía ser eliminado de tajo. Por ello, cuando Victoriano lo entrega a las rebeldes, recibe un castigo brutal. Sacado a empellones de su celda por una turba de militares ebrios y pese a la herida de bala en su maxilar, fue insultado, golpeado y pateado, asimismo le hundieron la punta de una espada en su único ojo bueno, después de ese castigo recibió 37 tiros, le cortaron los cojones y cubrieron su cuerpo de tierra y estiércol. Esa imagen hace que recuerde a la disidencia literaria.


La literatura se escribe de igual forma, es en enfrentamiento entre hermanos donde hay creadores que apuestan por el optimismo y negando el deterioro del país, inventando un mundo diferente a través de preciosismos literarios, con los cuales pretenden desvanecer el horror y la muerte sin sentido que todos los días sacude a México; en el lado contrario, están quienes pugnan por sacudir al lector de su inmovilidad, desterrar la desidia e integrar al mundo, con toda la suciedad que lo envuelve, a la realidad estética. Por ello, Gustavo Adolfo Madero, desde la disidencia literaria te saludo.
Publicado en Por Esto! 4 agosto de 2009

2 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente artículo. Tristemente este país no sabe quién es Gustavo A Madero, y más triste que nadie lo diga. Saludos

Rodrigo E. Ordoñez Sosa dijo...

Muy cierto, el único que vislumbró lo que realmente iba a ocurrirle a su hermano.

saludos y disculpa la tardanza, aún no me llegan las notificaciones de los comentarios!!!

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